domingo, 4 de marzo de 2012

Improbables.

La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad, ni medios para llegar a ser o suceder, y definen improbable como algo imberosímil, que no se funda una razón prudente. Puesto a escoger, me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos y nos deja con un resquicio de esperanza . Que la vida de David de Goliat era improbable, pero sucedió. Un afro-americano habitando en La Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Que los barón rojos volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió. Nadal desbancando el número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el 12-1 contra Malta...el amor, las relaciones, los sentimientos...no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino...de amores improbables. Porque improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase...es que puede pasar. Y mientras allá una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.

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